Escuchamos que la única
manera de proteger nuestros "empleos" es aumentar nuestra productividad,
pero luego descubrimos que aplicar la reingeniería a los procesos de trabajo, empleando
equipos autoadministrados, haciendo más horizontales a las empresas y vaciando nuestro
trabajo de rutina en las computadoras vuelve innecesarios muchos
"empleos".
Mientras crecía, leía predicciones acerca de que, para
el año 2000, todos trabajarían tan sólo treinta horas a la semana y que el
resto sería tiempo libre. Pero a medida que la humanidad se ha desarrollado,
parecerá más probable que la mitad de nosotros trabajará sesenta horas a la
semana, y el resto estará desempleado. Entonces, al igual que la leyenda sobre
las ilustraciones en las revistas infantiles que nos presentan un acertijo,
pregunto: "¿Qué hay de malo con este cuadro?"
No se trata de que a los
presidentes de las naciones o a sus críticos no les importe lo que nos sucede.
No se trata de que las empresas que alguna vez solicitaron nuestra lealtad, y
que crecieron gracias a nuestros esfuerzos, nos hayan traicionado. La falla ni
siquiera radica en el temido monstruo de la "competencia extranjera",
a la cual se ha culpado por todo, desde el desempleo hasta la caída de los
niveles de vida en el primer mundo. Es una pena que estas cuestiones no sean las culpables: de serlo, nuestra tarea
sería más sencilla.
Dentro de un siglo,
nuestros descendientes harán análisis retrospectivos y se sorprenderán de que no
hayamos visto con más claridad lo que estaba sucediendo. Dirán cuán
obsesionados estábamos en este juego parecido al de las sillas musicales, al
que llamaría de "empleos musicales", en el que mes tras mes gran
número de personas debían retirarse. Nos compadecerán, pero dirán que nuestros
sufrimientos fueron el resultado de querer jugar con las viejas reglas. A
nuestras contrapartes de finales del siglo
XXI, la lucha actual por los empleos les parecerá como una pelea por las
sillas en la cubierta del Titanic.[1]
Quiero aclarar que ésta
no es una de las tantas lamentaciones que insisten que “la economía
se está hundiendo”; todo lo contrario, ya que considero que el mundo
moderno está a punto de dar un gran salto cualitativo en creatividad y
productividad. Pero el empleo no será parte de la realidad económica del
mañana. Aunque siempre habrá grandes cantidades de tareas por hacer, este texto
sugiere que el trabajo no estará contenido dentro de las envolturas conocidas
que llamamos empleos. De hecho, en la actualidad muchas organizaciones están ya
dentro del camino hacia estructuras "sin
empleos".
El empleo es un
artefacto social, aunque está inmerso con tanta profundidad en nuestra
conciencia que la mayoría de nosotros hemos olvidado su artificialidad o el
hecho de que muchas sociedades desde el principio de los tiempos han funcionado
bien sin los empleos. El concepto de empleo surgió a principios del siglo xix para abarcar las tareas que debían
hacerse en las nacientes fábricas y burocracias de las naciones que se
industrializaban. Antes de que la gente tuviera trabajos, se afanaban con el
mismo empeño pero en una cambiante multitud de tareas, en una variedad de
lugares, en un horario establecido por el sol, el clima y las necesidades del
día. El empleo moderno fue una asombrosa y nueva idea para muchas personas, una
idea desagradable e incluso socialmente peligrosa. Sus críticos insistían en
que se trataba de una forma desnaturalizada, incluso inhumana, de trabajar.
Predijeron que la mayoría de la gente no sería capaz de acostumbrarse a sus
exigencias. Incluso los estadounidenses se refirieron alguna vez al trabajo
como una "esclavitud con sueldo" y lo comparaban con la libertad y
seguridad del granjero o del artesano. “…la
supervivencia de un proletariado que tiene que conformarse con un salario
asignado por los poderosos señores del dinero. Para Karl Marx, existen dos
clases sociales, una capitalista que posee los medios de producción y una
proletaria que, no teniendo otra alternativa, vende su fuerza de trabajo al
señor capitalista, quien lo explota y siempre va a buscar la manera de pagarle
el salario más bajo posible..”[2]
Pero lo que empezó como una controversia se convirtió en la ortodoxia fundamental:
estamos atrapados en los empleos.
Ahora el mundo del
trabajo está cambiando de nuevo. Las mismas condiciones (producción en masa y
grandes organizaciones), que hace doscientos años crearon los empleos, están desapareciendo.
La tecnología nos permite automatizar las líneas de producción, donde antes los
obreros acostumbraban llevar a cabo sus tareas repetitivas. En lugar de largas
cadenas de producción donde deben hacerse las mismas cosas una y otra vez, se
está promoviendo la producción a la medida. Las grandes empresas (donde antes
estaban los mejores empleos) están "atomizando" sus diversas
actividades y las están encomendando a firmas más pequeñas, que crearon o se
apoderaron de nichos redituables. Esto de "encomendar el trabajo a fuentes
externas " no sucede sólo en las áreas de apoyo donde empezó a manejar la
cafetería, por ejemplo, o proporcionar servicios de mantenimiento. Tres de cada
diez grandes compañías industriales estadounidenses solicitan a otras empresas
por lo menos la mitad de su producción. Los servicios públicos se están
privatizando y las burocracias gubernamentales (los últimos bastiones de la seguridad
de los empleos) están disminuyendo. A medida que las condiciones que generaron
los empleos desaparecen, perdemos la necesidad de agrupar el trabajo en
empleos. Con razón están desapareciendo.
Todos debemos aprender
nuevos sistemas de trabajo. El tema está en buscar el ¿Cómo?. Mientras que en
algunos casos los nuevos métodos de trabajo sólo requieren nuevos conocimientos
tecnológicos, en muchos otros necesitarán de algo más importante: la
"capacidad" para encontrar y efectuar trabajos en un mundo sin
empleos definidos y estables. Se ha convertido casi en un axioma el hecho de
que las carreras de la actualidad deben ser autoadministradas; pero, con
frecuencia, dicho enunciado tan sólo significa que tendrá que encontrar su
próximo empleo sin ayuda exterior, y esto es ya un hecho en los países del
llamado primer mundo. El problema es que incluso este consejo ya está pasado de
moda. Los trabajadores de hoy necesitan olvidarse por completo de los empleos y
al contrario, buscar el trabajo que necesita hacerse y luego prepararse como la
mejor opción de llevar a cabo dicho trabajo.
Trabajar desde casa se ha convertido en una variante óptima, por la que ya muchos optan.
Pero como individuos no
es posible ir más lejos. Es muy importante saber lo que tendrá que hacer la
organización sin empleos para acomodar al trabajador sin empleo, así como lo
que la misma sociedad debe hacer para responder a las necesidades del nuevo
trabajador. Es vital conocer y estudiar sobre las interrupciones y trastornos
que ocurrirán durante este nuevo periodo de transición.
Como dije, los
periódicos llevan la cuenta diaria de los despidos, pero también nos muestran inquietantes
historias de otro tipo: revisiones sobre
las cifras de empleos perdidos, debates sobre si la recesión en realidad fue
tan mala después de todo, reflexiones que insisten en que estamos reaccionando
en forma exagerada. Pero el manejo de datos en dichos artículos es
peligrosamente selectivo. Las demandas del consumidor tal vez estén obligando a
"reaccionar" y los fabricantes "tal vez no tengan más
alternativa que aumentar sus nóminas", de acuerdo con un artículo.
"Es verdad sobre todo en la industria del automóvil... (donde) muchos
trabajadores despedidos tal vez sean recontratados". Esas noticias serían
una sorpresa para los cientos de miles de trabajadores en la industria
automovilística o en industrias relacionadas a ésta, que no tienen ninguna oportunidad
de recuperar sus empleos, aun cuando la economía entrara en el mayor auge de
los últimos veinticinco años. Sus empleos pueda que se hayan perdido para
siempre.
La industria del automóvil ha experimentado un cambio radical y revolucionario.
¿Ve algún empleado aquí?
Necesitamos comprender
las proyecciones optimistas como lo que son: intentos por tranquilizar a la
gente más afectada, que sabe que algo importante está sucediendo, aunque no está
segura exactamente de qué es. Y debemos aceptar que tranquilizarnos no nos
ayudará en nada, porque sin un cuadro más claro de la realidad no estaremos
pertrechados para el futuro. El futuro será muy diferente de aquél que
esperábamos cuando crecimos, y la mayoría de nosotros está tan poco preparada
para él como los aldeanos ingleses del siglo XVIII lo estuvieron para los
empleos en las fábricas del siglo XIX.
Así que concentrémonos
en el futuro real. No es un futuro con demasiados votantes, ya que a la mayoría
de nosotros nos gustaría que se alejara y que nos permitiera regresar al mundo
como el que esperábamos. Pero es por nuestro propio bien que debemos despertar A
menos que veamos eso, no podremos ni como individuos ni como sociedad
prepararnos para el futuro. Después de todo, la realidad es la mejor tierra
donde vivir. Le hemos propuesto al lector dejar este tema abierto, el objetivo
fundamental ha sido motivarlo a no quedarse estático ante el cambio de
paradigma que vive el mundo en el presente siglo XXI.
La crisis global actual
tiene diferentes interpretaciones, la que dan los pesimistas, en los que me
incluyo, donde se dice que ya todo está perdido, que hay muy poco que hacer…, y
la que dan los optimistas, que se trata, en el fondo, de un cambio de paradigma
nunca antes conocido por la humanidad, donde la nueva era de la información y
el ciberespacio deja atrás la era anterior de la revolución industrial. Quien
no sea capaz de comprender este asunto, sencillamente seguirá en sus lamentos,
mientras a su lado podrá ver a muchas personas levantarse y adaptarse a la
nueva era. Esto requiere de un cambio importante en nuestra manera de pensar y
actuar, la era moderna con sus avances tecnológicos inimaginables sólo 20 años
antes, no nos va a preguntar si queremos cambiar, o si preferimos el HD en
lugar de un video Beta o VHS, sencillamente la tecnología se impone, y eso es
lo que debemos comprender para lograr salir adelante y disfrutar de todas las
ventajas que ofrece el avance tecnológico y la nueva era digital.
3MSc. Arq. Ing. Adalberto Arévalo Ramírez
[1] Bridges, William: Mill Valley,
California, “Cómo crear nuevas oportunidades”, Prefacio, Junio de 1994.
[2] Heinrich Marx, Karl (Tréveris, Reino de
Prusia, 5 de mayo
de 1818 - Londres, Reino Unido, 14 de marzo de 1883), fue un filósofo, intelectual y militante comunista alemán de origen judío.
Autor de “El Capital”
No hay comentarios:
Publicar un comentario